viernes, 3 de enero de 2014

¿LOS RECORTES ECONÓMICOS IMPLICAN RECORTE DE VALORES?


               Esta mañana he leído un curioso artículo en  El País Semanal, escrito por Santiago Roncagliolo  y llamado  "El año en que nos volvimos malos". Una de las frases que más me ha llamado la atención dice  textualmente:   "Y es que la crisis económica no sólo ha obligado a recortar los gastos. También se han recortado los valores".

                No sé si peco de ingenua cuando digo que, a pié de calle y por regla general, en mi opinión  los valores no se han recortado,  sino que ha cambiado el orden en que ahora  los situamos, el orden en el que los priorizamos.  

 

                Viendo u oyendo los deseos que estos días formulamos tod@s, nos daremos cuenta que ya no pedimos lo mismo. Antes hablábamos de la paz mundial, de la salud, de la justicia, de que nos tocara la lotería para dejar de trabajar,.....  Ahora pedimos cosas más concretas y tangibles: fundamentalmente el trabajo y el bienestar.

                Estos deseos no tienen nada de egoístas; es decir, formularlos no nos convierte en malas personas.  Al contrario: creo que reflejan la necesidad de supervivencia y  el miedo a la incertidumbre que  -en mayor o menor grado-  nos sacuden a tod@s y cada un@ de nostro@s. Es más, observando atentamente cómo se formulan, cómo se verbalizan, creo que  nos convierte en  "buenos y buenas", puesto que no sólo los formulamos para nosotr@s mism@s o nuestro entorno más cercano, sino que vamos más allá.  

 

                Porque lo mejor es que este cambio de valores lleva aparejado una equiparación  de lo colectivo con lo individual: no sólo pedimos para l@s nuestr@s, sino también para los demás. Es decir, estamos desarrollando  una mayor conciencia de grupo. Sí, porque sabemos  que no sólo es mi hermano, mi pareja o mi madre quien necesita trabajar;  porque nos hemos dado cuenta que el desempleo no sólo afecta a gente sin preparación; porque hemos asimilado que los desahucios pueden llegar a la puerta de al lado; porque estamos viendo que nuestr@s hij@s, nuestr@s amig@s deben emigrar para buscarse la vida,.... Hemos aceptado que son problemas comunes y que mientras más soluciones individuales haya, mejor le irá  a todo el colectivo.

                Otro cambio que percibo  en el orden de valores  se refiere al orgullo y la vergüenza: ahora somos más generos@s y menos hipócritas; quizás a la fuerza, es verdad, pero igual que hablamos sin pudor de nuestros propios apuros, hemos dejado de mirar con lástima o con desprecio a quienes  no tienen  recursos económicos o tienen menos que antes. Hemos aceptado que a la gran mayoría nos toca apretarnos el cinturón, que no sólo es un problema de l@s otr@s.

                También está subiendo puesto en nuestra panel de valores lo que podríamos llamar "activismo a pequeña escala". Ya he hablado,  en varias ocasiones,  de cómo la ciudadanía está asumiendo roles y funciones, que  -tradicionalmente-  estaban más reservadas a instituciones públicas, ONGs y grandes colectivos.

                Es que la solidaridad está cambiando;  tanto en su forma de manifestarse como en el porqué la practicamos.  Cada vez más, son los ciudadanos y las ciudadanas quienes, individualmente o en pequeños grupos, están dando su tiempo o sus recursos para ayudar al prójimo. Sí, el prójimo: ese ente antes tan difuso y lejano,  y que ahora encontramos en nuestra familia,  en la casa vecina

                Y ya no ayudamos porque nos sobra: ayudamos porque sentimos que debemos apoyarnos entre tod@s, sin esperar a ningún ente (público o privado), porque pensamos que ayudar a otr@ es ayudarnos a nosotr@s mism@s.
                Otro cambio de puesto en la escala de prioridades se refiere a nuestro papel como consumidores y consumidoras, como stakeholders. A la escala que cada un@ podemos  controlar, estamos aprendiendo a exigir a las grandes empresas que sean socialmente responsables, que se pringuen y arrimen el hombro. En mi grupo de amigos y amigas  ya hemos  decidido  dejar de comprar en una cadena de supermercados que riega con lejía los productos de alimentación  que desechan.  
                Y también estamos empezando a valorar, a distinguir, lo necesario de lo que nos quieren vender, la utilidad sobre la moda. Nos estamos volviendo más responsables, coherentes y sensato@s, porque estamos replanteándonos lo que desechamos y lo que podemos reutilizar.

                ¿Y en el mundo laboral?. Pues creo que también ha habido cambio de prioridades, cambio que dependerá de la condición concreta de cada uno/cada una:

                - Quiénes no tienen trabajo, lo buscan a costa -casi- de lo que sea. El caso es trabajar (¿os suena?), dando igual en qué sector o puesto.

                - Quiénes están trabajando y NO sienten amenazado su puesto  buscan algo más que la retribución: se prefiere la posibilidad de conciliación, una cierta libertad de actuación, que la empresa permita desarrollar el talento y la creatividad,....

                - Quiénes están trabajando y sienten amenazado su puesto  buscan la sensación de seguridad, de certidumbre, incluso a cambio de empeorar determinadas condiciones (sueldo, movilidad geográfica o funcional,...).

                Y aquí sí que tenemos muestras más que suficientes de esa nueva solidaridad grupal, de plantillas que acuerdan reducirse el sueldo (temporal o permanentemente)  para eludir despidos de otr@s compañer@s.